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Ni de centro ni de derecha ni de izquierda. Por razones obvias se entiende que las protestas pudieron haberse suspendido en el marco del diálogo para el entendimiento.
Lo que no se entiende ni se entenderá, es por qué los partidos políticos de todos los signos, colores e ideologías, han soslayado al pueblo. Lo han dejado solo a su suerte. En cambio, eso sí, los entusiasma la ruta electoral que se ha trazado para el 2018 porque es accesible y que se vocee fuerte y quedito para anunciar que en X o Y partido ya se están preparando para la contienda y con toda desfachatez se pida el voto a los ciudadanos.
Además que los partidos políticos que no se ven por ningún lado, pese a que se intuye que la legislatura será un nuevo fiasco si esa representatividad popular se voltea para no ver al pueblo, obedeciendo solo a la voz cantante y mandante.
Mas si los líderes locales están en una simbiosis ostentando dos y hasta tres cargos a la vez. Verbigracia los líderes y diputados, Eduardo Martínez Arcila, PAN; Emiliano Ramos Hernández, PRD y Raymundo King de La Rosa, PRI, atrincherados en el confort de sus respectivos cubículos, no se les ha visto por ningún lado.
Los mismos partidos políticos han hecho trizas su ideología al no actuar para atender las necesidades del pueblo, ni promulgado con débil actitud que la democracia es lo primero de lo primero. Obedeciendo la Vox Dei.
A esa «constelación de estrellas políticas» que ahora se niegan a respaldar al pueblo que el 5 de junio con brío votó por el cambio y que no ha abandonado la gloria de su bravura ni su eterno brillo de esperanza, pidiendo no más injerencia ni yugo. No más egoísmo.
Si con el partidismo se intentara una aproximación de unirse al reclamo de las desigualdades políticas vinculantes del pueblo, que no pueden ser impuestas implacablemente por una idea que supuestamente tiene un contenido político valorativo con ejecutoria vertical, que niega los valores democráticos. Otro gallo cantaría.
Los emanados de los partidos de la alfaguara política del patio, aún con dos o tres rimbombantes cargos, se han atado de pies y manos en sus cubículos correspondientes y ninguno ha alzado la voz en defensa del pueblo.
Con la creencia de que con el partidismo se puede crear un cambio social, se ha confundido la política con la práctica de hacer la tarea que les ordena el supremo mandato e, impávidos, se quedan en el confort de sus camerinos sin salir a la calle a ver qué es lo que está pasando.
Con verticalidad y el mandato atado a un lado han hecho que prevalezca el partidismo, no les importa las escaramuzas que hay en la calle y, sobretodo, que han aplicado la táctica para sobresalir rumbo al próximo proceso electoral con el adagio popular, «calladitos se ven más bonitos».
La política actual, en contrario, es propicia para la construcción de los acuerdos, abarca las demandas de los ciudadanos, posibilita acercar las diferencias al buen el entendimiento, potencia la construcción del bienestar colectivo y, sobretodo, respeta la conducción humana.
La política no puede confundirse hoy frente a la mirada escrutadora del pueblo, ni mucho menos de la mirada vigilante de los demócratas ciudadanos electores, y menos con el soslayo al pueblo, la forma inútil de lograr los triunfos anhelados.
La táctica de la política primitiva propia de la fuerza y la violencia con el garrote, muestra y propicia que se aprecie desde ya la imperiosa necesidad de darle el privilegio y la prioridad a la política real. Llamar al sufragio para que comience una nueva historia en el 2018. Y que ya no diga siendo más de lo mismo.