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El candidato me distingue con su amistad desde hace ya varios años. Juntos le hemos tentado muchas veces el agua a los camotes. Juntos hemos reído. Juntos hemos llorado. En esto de la “grilla”, como todo en la vida, hay sus días buenos y sus días malos.
Dicen que tiene cola que le pisen. Yo pregunto: ¿Qué político no la tiene?. Que unos la tengan menos larga, es otra cosa. Créeme, todos tienen guardado decenas de cadáveres en el clóset.
Para llegar a ser el candidato, mi amigo tuvo que tragar popó a veces. Con muecas o sin muecas, tuvo que hacerlo porque no le quedaba de otra. Y mira hasta dónde llegó. Lo que es la vida, carambas. Ahorita él es el que hace que coman caca los demás. La posición en la que está se lo permite.
Ya ves cómo es esto. Hay tiempos en los que hay que ser vasallo, hay tiempos en los que uno la hace de rey.
Cuando se es vasallo hay que besarle los pies a cuanto cab… jefazo se te ponga enfrente. Esa es parte de la misión que se te ha encomendado. En la medida en que cumplas a la perfección con la encomienda que se te ha dado, en esa medida vas ascendiendo hasta llegar el momento en el que a ti sea al que le besen los pies.
En todos lados es así. En el changarro de enfrente, en el de al lado, en el de atrás, en todos lados es lo mismo. No importa la ideología política que se profese, para ascender hay que arrastrarse infinidad de veces.
Aquí no hay un solo político que pueda presumir de haber ascendido por méritos propios. Todos han necesitado de un padrino que los encumbre. Todos han tenido que refugiarse en el regazo de alguno de los peces gordos, de los personajes que tienen derecho de picaporte y pueden tutearse incluso con el “Rey”, el que tiene la facultad de encumbrarte o derrumbarte con un sencillo ademán.
¿Por qué crees que públicamente ninguno se tira a la yugular del otro? Es simple. Es sencillo. No lo hacen porque, finalmente, todos provienen del mismo tronco. Todos, en alguna ocasión, sirvieron al mismo “Rey”. Todos, sin excepción, obedecieron sin chistar al personaje que en ese momento era el dueño de sus destinos. El único que podía subirlos hasta la cima sin tanto problema o bajarlos hasta los requintos infiernos en un abrir y cerrar de ojos.
Bueno, en el caso de mi amigo, le está metiendo todas las ganas del mundo. Hasta de peso ya bajó con tantas caminatas y tantas desveladas. Ahora que he andado tan cerca de él, me he podido dar cuenta de que todo en esta vida tiene un costo. Y hay que pagarlo porque en estas cuestiones no hay crédito ni tampoco abonos. O pagas o pagas. Punto.
Mi amigo lo está pagando con creces.
Cuando lo veo rodeado por tanto personajes de mala calaña que, casi hincados, le dicen que ven en él al mesías que nos rescatará a todos, el estómago se me revuelve y me entran unas ganas inmensas de vomitar todo lo que tengo en el estómago. Yo, que me he desenvuelto en estos terrenos desde hace ya muchos años, puedo asegurarte que lo mismo le decían al ungido de enfrente.
Cuando le comento a mi candidato, él sonríe benevolente y me dice que es momento de unir, no de desunir. Y entonces entiendo a mi amigo. Capto en toda su esencia ese proceso tan complejo y difícil de tragar sapos sin hacer mueca alguna.
A veces me pregunto: ¿Qué hará con toda esa bola de bandidos cuando consiga su objetivo? Una vez se lo pregunté a boca de jarro y él, un tanto incómodo, me reviró: “Ya veremos en su momento”.
Y entonces entiendo que estos no son momentos de hacer ese tipo de análisis. Asimilo el mensaje. Estos son instantes de bombardear al rival. De hacerlos polvo si es posible. De darles hasta por debajo de la lengua. ¿Habías escuchado aquello de que en la guerra y en el amor todo se vale?
Bueno, pues esto, literal, es la guerra. Y, je, je, je, hazte a un lado porque una bala perdida también tiene su dosis letal.
Uts…, está sonando mi teléfono. Dame chance, es el “Jefe”. Nos vemos en otra ocasión. Fue un placer haber platicado contigo. Si escribes sobre lo comentado, nada de poner nombres, ¿he?, por fis…
NOTA DEL REDACTOR: Lo anterior es resultado de una plática con uno de tantos asesores del señor candidato.