Primitivo Alonso
Novedades Chetumal
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Conocí a José Epifanio Godoy Hernández, en la biblioteca pública Eva Sámano de López Mateos situada en la parte baja de palacio municipal y administrada en ese entonces por Héctor López Castillo, destacado camarada en los tiempos estudiantiles en la Escuela Secundaria Adolfo López Mateos y entrañable amigo. Ahí nos dábamos cita a las seis de la tarde algunos ex alumnos entre los que sobresalían los hermanos Manuel y René Baeza Leal, Librado Alvarado González y otros que escapan a la frágil memoria.
En cierta ocasión se introdujo un joven maduro de cuerpo grande y mirada achispada. «Es la Nena Godoy» nos dijo López que ya la conocía, sin profundizar en el origen del extraño apodo que iba a contrapelo de un hombre tan recio y varonil. Yo jamás le pregunté durante nuestra larga amistad que se iniciaría aquella tarde de 1968 el origen de su apelativo.
Godoy tenía hambre de conocimiento, así se lo comentó al encargado de la biblioteca que después de tomarle sus generales se dispuso a recomendarle unos volúmenes mientras que el recio visitante se acomodaba en una de las butacas de las redondas mesa de lectura para ojear el libro que le entregó el bibliotecario. Pero mientras leía a cada rato soltaba su voz estentórea para hacer cualquier señalamiento: «¡este pinche Hernán Cortés, bien que se zumbó a la veracruzana»!–lo decía por la Malinche.– Los jóvenes de la época acostumbrados a otro tipo de disciplina enrojecían o sonreían con timidez.
Y es que cada expresión de Godoy iba acompañada de una estruendosa carcajada que cimbraba el recinto. De nada servía que López Castillo lo conminara a guardar silencio, silencio–contestaba — eso nada más en el cementerio o con las autoridades para que no me pongan multa. Me acuerdo que en otra ocasión se programó un certamen de ajedrez y Godoy quiso aprender para participar. A las primeras lecciones se levantó molesto y a pregunta nuestra cual era la razón de su estado de ánimo, nos contestó mientras esbozaba una sonrisa sarcástica y moviendo la cabeza en señal de desaprobación: «Cómo es posible que enseñen a jugar a los jóvenes este pinche juego en que la dama protege al rey: ¡los van a convertir en padrotes»! La carcajada se prendió hasta en los más circunspectos.
Godoy tenia avidez por la lectura, devoraba libros materialmente, llegó a poseer un gran conocimiento proveídos por sus lecturas y por su natural inteligencia; era un autodidacta auténtico que jamás dejó de leer. Ello influyó a que como líder obrero fuera imbatible, difícil de ganarle en una contienda verbal en donde sacaba a relucir todo tipo de argumentos vinculados al tema que trataba.
Y cuando se presentaba la ocasión en la defensa de un caso obrero ante la Junta de Conciliación o cualquier otra instancia oficial, y sentía que la experiencia de su contrincante o de la autoridad lo rebasaba y podía perder el asunto, entonces ponía en movimiento toda su maquinaria verbal, ¡y los enredaba!. En muchas ocasiones salió airoso de esta manera este terremoto de palabras pero siempre defendiendo a los suyos con impecable dignidad, honradez y un alto compromiso social con sus hermanos de clase, los obreros. Fue Secretario General de la CTM en el Territorio y posteriormente en el Estado, Diputado Local y Senador de la República, además de líder de su sindicato el de electricistas.
Hombre de una extraordinaria calidad humana y un apasionado amor por su terruño, Quintana Roo. En los tiempos de la bohemia tuve el placer de acompañarlo en varias ocasiones. Poseía una voz abaritonada, bien timbrada que sacaba a relucir de su ronco pecho cantando los éxitos musicales de Pedro infante y Miguel Aceves Mejía a veces haciendo dueto con el empresario Manuel «Nelo» Aguilar, fraternal amigo suyo.
Fue maestro electricista de los mejores, discípulo de Domingo Hernández Pariente y en función de su oficio, gastaba bromas a personas de la tercera edad muy apreciadas y de todas sus confianzas. Por ejemplo, le preguntaba con rostro de inocencia a algún apergaminado nonagenario que trataba de escucharlo con atención :¡oye Judas Tadeo!, ¿es cierto que cuando Dios dijo hágase la luz, tu conectaste el switch? y después estallaba en carcajadas.
Con Godoy tuve la oportunidad de estar en innumerables eventos políticos, asambleas, actos populares y fue factor determinante para que accediera a la candidatura de una diputación local por el primer distrito. Su oratoria firme llena de colorido siempre trascendió los umbrales y lo configuró como el más notable líder obrero de su tiempo. En el había carácter y mansedumbre, seriedad institucional y arrebato bohemio, amistad auténtica con sus amigos y mano firme con sus adversarios.
Recuerdo un verso que le dediqué en aquellos tiempos, que tuvo cierta aceptación en los medios populares y que el guardaba con especial afecto: «Siempre que sediento y fiero a una cantina yo voy, al que me encuentro primero es a la Nena Godoy» aclaro, que esto fue por las coincidencias y no porque ambos no saliéramos de los tugurios.
Mi amigo fue el estereotipo del líder comprometido. Pudo haber lucrado con los cargos tan importantes que desempeñó pero prefirió vivir en la honrada medianía y así falleció, libre de señalamiento y en paz consigo mismo.
Descanse para siempre el líder probo con un alto compromiso social, su digno ejemplo de trabajo y firmeza en la amistad y en las convicciones más elevadas, será como la luz que nace en el oriente y se apaga con el crepúsculo para volver a nacer y brillar cada mañana.