Alerta Roja

Camino ensangrentado

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Era previsible: las reacciones son tendenciosas ante la tragedia ocurrida en las cercanías de Felipe Carrillo Puerto donde siete inocentes perdieron la vida este sábado por la imprudencia de uno de los subordinados de Carlos Joaquín González, Subsecretario Federal de Turismo y aspirante priista a la gubernatura.

El irresponsable conductor de la camioneta Lincoln no sólo causó esta mortandad por su imperdonable metida de pata, sino que puso en riesgo la vida de los pasajeros que viajaban en la poderosa unidad que estaba en sus manos, hiriendo de paso las aspiraciones de su jefe Carlos Joaquín.

A bordo de la Lincoln iba la señora Guadalupe Mendoza, prima de Carlos Joaquín, por lo que el drama pudo haber ensangrentado a la familia del ex alcalde de Solidaridad. Tales episodios complican cualquier travesía política porque ninguno de los bandos se toca el corazón y deja pasar estos accidentes.

Pero lo más importante –y que ha sido omitido por muchos con evidente cálculo político – es la infernal tragedia que desgarra a las tres humildes familias del municipio maya de Felipe Carrillo Puerto, por lo que ahora debemos aguardar una justicia a secas que está imposibilitada para remediar el injusto drama que los tritura.

Porque llegar a un buen arreglo para soltar miles de pesos en carretilla es una opción que ofrece nuestra justicia, pero el daño está hecho y las repercusiones van más allá de las familias dolientes cuyo presente es un trauma permanente.

Eso que llaman politización de la tragedia no podía ser más certero, ya que predominan posturas convenencieras en función de sus apuestas y filiaciones con determinado bloque de gladiadores que disputan la candidatura priista a la silla de Palacio de Gobierno.

Porque si José Luis Toledo Medina estuviese en esta situación tan adversa –sobre todo para las víctimas y sus familiares –, sin duda los simpatizantes de Carlos Joaquín los habrían linchado en redes sociales, cambiando las banderas blancas de la victimización por el hacha y el estilete.

Carlos Joaquín debe demostrar de qué está hecho en estas horas ensangrentadas, enfrentando la mayor de las crisis en su batalla por ser candidato del PRI a la gubernatura. Pero la justicia tiene que fluir, y al hermano de Pedro Joaquín Coldwell le conviene que así sea.

Lo que no se vale es que algunos de sus partidarios se enrosquen perdiendo el sentido de la objetividad, con tal de quedar bien con su gallo para la silla mayor, justificándolo todo con el argumento de “son cosas que pasan”.

Porque los hechos deben ser analizados fríamente, concentrándonos en el dantesco episodio del sábado en las cercanías de Felipe Carrillo Puerto y dejando el aspecto político en otro recipiente, aunque estén mezclados y sean un platillo candente y picante.

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