El gobernador ex priista Carlos Joaquín González superó ayer el episodio de su cuarto informe sin sobresaltos, en la ceremonia política diurna del Poder Legislativo donde presenció las intervenciones de los representantes de cada bancada para entregar el informe en papel al diputado panista Eduardo Martínez Arcila –presidente de la mesa directiva–, consciente de que se avecinan los trimestres más complicados por las dificultades financieras y el brote de ansias electorales que desembocan en su propia sucesión de 2022.
Roberto Erales Jiménez –diputado del PT– tuvo una intervención durísima, sin concesiones, recriminando las cuentas de tres funcionarios: Alejandra Aguirre Crespo (Salud), Jesús Alberto Capella Ibarra (Seguridad Pública) y el Fiscal General, Óscar Montes de Oca Rosales. Los tres son responsables en los temas de inseguridad, violencia y muertos por Covid-19. El público fue disminuido en esta ocasión a su mínima expresión por las precauciones sanitarias ante el coronavirus, uno de los protagonistas del informe.

El ritual político contiene sus mensajes entre líneas y estamos acostumbrados a descifrarlos y a especular, teniendo nuestra lectura reveladora. En el mensaje político expresó: “Que nadie se apure, que nadie se ponga nervioso, los tiempos electorales los marca la ley, no las ambiciones personales”. Estoy convencido que los tiempos que se vienen no son de un partido, sino de muchos partidos y esto no tiene precedente en la historia de nuestro estado”.
Es el reconocimiento realista del reparto del pastel en varias fuerzas políticas y coaliciones: el ensoberbecido Morena, el altivo PAN y el disciplinado PRI que se ofrendó al gobernador, pero también está el pujante Movimiento Ciudadano con José Luis Toledo Medina, Chanito, y el PT con el reactivado Roberto Erales Jiménez, sin olvidar al Verde Ecologista que reina en el Congreso por un año, hasta entregar las riendas al PAN. Ah, también el PRD anda por ahí, clamando que sigue vivo.
“Hace cuatro años tomamos una decisión y un compromiso: dejar de lado todo aquello que sembraba rencor, aislamiento y autoritarismo para abrir una nueva oportunidad de diálogo, de convivencia democrática”, recordó Carlos Joaquín, quien ha tenido un 2020 complicadísimo y la dificultad se ha acentuado por el repentino coronavirus con sus mil 481muertos –992 en Cancún–, pero también por la violencia criminal desbordada desde hace algunos años con sus asesinatos –uno en el aeropuerto de Chetumal, en vísperas del informe–, sin que los antibióticos de Jesús Alberto Capella y Óscar Montes de Oca sean medianamente efectivos para disminuir la hinchazón.

Carlos Joaquín ha enfrentado la pandemia sin el apoyo significativo del gobierno federal. Prácticamente ha sido abandonado a su suerte, pero fue diplomático al expresar que “las relaciones entre el gobierno de México son y seguirán siendo muy buenas y no hay nada que nos impida afianzar una alianza permanente”.
Pelearse con el ogro del bosque es la peor idea, sobre todo porque el Presidente Andrés Manuel López Obrador permanecerá más años en Palacio Nacional, mientras para Carlos Joaquín vendrá el cierre de su sexenio con deslealtades y desafíos en frentes repentinos, aunque su único adversario es Morena y en 2021 tendrá su batalla preliminar en la disputa de 11 alcaldías y cuatro diputaciones federales.
El ejército electoral de Carlos Joaquín no debe ser blanco del menosprecio y el escarnio, porque de alguna manera irán juntos PAN, PRI, PRD, quizá Movimiento Ciudadano y el partido local Movimiento Auténtico Social (MAS), tal vez con alianzas de facto pero siempre coordinados en la práctica porque el enemigo moreno y jurado los unifica y tienen Comandante en Jefe en Palacio de Gobierno.
PAN y PRI son la columna vertebral de una coalición pactada sin firmas que habrá de enfrentar al arrogante Morena, cuya excesiva confianza lo puede demoler en varios frentes municipales, tomando en cuenta que son especialistas en hacerse trizas sin ayuda externa.