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Chetumaleños en la sucesión cumbre

Pena Capital
Javier Chávez
Novedades Chetumal
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Los priistas de la capital del estado enfrentan un escenario altamente competido e incluso adverso, cuando llega la hora de disputar la gubernatura. El cómodo equilibrio Chetumal-Cozumel respondió a otro tiempo, y fue vulnerado cuando Mario Villanueva (Chetumal) le metió una zancadilla a su comadre Addy Joaquín Coldwell (Cozumel) para evitar que ocupara la Casa de Gobierno en 1999, depositando en la silla mayor a Joaquín Hendricks (Chetumal).

Era el fin de una era de gloria y cumbre para los chetumaleños que dominaban posiciones clave, comenzando por la gubernatura y abarcando senadurías y la presidencia municipal de Cancún, a donde arribó Carlos Cardín Pérez en 1993, siendo originario del sureño Huay Pix. 

La primera sucesión que presencié fue la de fines de 1992, cuando Miguel Borge Martín preparaba su salida y tenía como delfín al chetumaleño Arturo Contreras Castillo, a quien entregó las riendas del     PRI local para instalarlo de inmediato como presidente municipal interino de Cancún, una vez que Mario Villanueva voló para ser candidato al Senado.

Los senadores priistas Mario Villanueva y Joaquín González Castro disputaron sin sombra la gubernatura en un duelo a muerte, destacando brillantemente y maniobrando para conquistar la voluntad del presidente Carlos Salinas y de su eminencia gris, José Córdoba Montoya, únicos facultados para designar candidato.

Genuinamente chetumaleño, Mario Villanueva aprovechó esa ventaja de cuna selvática y caribeña para superar al oriundo de Córdova (Veracruz), quien pese a su talento y compromiso con Quintana Roo era despreciado por el “movimiento nativista” encabezado por el ex gobernador Jesús Martínez Ross.

Villanueva obsequió la gubernatura a Joaquín Hendricks porque era de los males el menor, según creyó erróneamente el gobernante chetumaleño que fue el hombre orquesta de la campaña interna de mediados de septiembre de 1998, para sorpresa del propio Hendricks.

Una fuente de alto  nivel me reveló que Mario Villanueva envió a un emisario a la casa de Sara Esther Muza Simón, para pedirle que declinase a favor de Joaquín Hendricks. Ella se negó, sin abrigar la menor esperanza de triunfo porque sabía que todos los ejércitos del tricolor fueron puestos al servicio del hombre que había sido desalojado de la dirigencia del PRI por colmarle la paciencia al autoritario Villanueva.

Sara Esther le advirtió al enviado que Villanueva jugaba con juego al confiar en Hendricks, pero sabía que no había marcha atrás. Y lo dijo con palabras más picantes y oscuras.

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