Bacalar, 27 de julio
Juan Juárez Mauss
La laguna de Bacalar, uno de los principales atractivos naturales del sur de Quintana Roo, parece estar condenada a un deterioro ambiental irreversible por la mala supervisión de autoridades, que justificando la economía de las personas que viven en esta localidad, permiten actividades comerciales que van en contra de este hermoso espejo de agua.
No sólo la contaminación por descargas de aguas residuales de hoteles y negocios a la orilla de la laguna y el numero creciente de embarcaciones que dan el servicio de recorridos a turistas, son un problema grave de contaminación, también habría que agregarle la falta de supervisión de la autoridad a zonas consideradas como ecológicas, como es el caso del parque Ecológico Estatal “Laguna de Bacalar”, en donde sus visitantes arrojan desechos inorgánicos a sus humedales y zona de mangle.
Aunque existen reglas para el ingreso a este Parque Ecológico, como evitar arrojar basura, no fumar, no ingresar con animales o realizar alguna actividad de pesca, señaladas a los habitantes con varios anuncios en su interior, las personas hacen caso omiso de los avisos, pues defecan y orinan entre el mangle al no existir sanitarios, arrojan la basura de los alimentos y envases que llevan y lo peor de todo es que el único contenedor que existe está repleto de desechos y pasan días para limpiarlo.
El Ayuntamiento de Bacalar es el órgano administrador de este lugar y el cobro de tres pesos por el ingreso de cada persona, más los diez pesos por derechos de estacionamiento de vehículos, no justifica el daño ecológico que se hace a esta parte de la laguna de los siete colores.
Este sitio también es responsabilidad de la Secretaría de Ecología y Medio Ambiente, según señala el anuncio que da la bienvenida a los visitantes.
Sería conveniente que alguien fuera a supervisar el manejo que realizan los encargados de este lugar, antes que el daño ecológico a este parque sea irreversible.
