.
.
.
Novedades Chetumal
.
Las ejecuciones de funcionarios clave en el gobierno de Quintana Roo son rarísimas, y por ello cuando ocurren causan conmoción torrencial. Esto ha ocurrido con los homicidios de Isaías Capeline Lizarraga -director de Gobierno con tareas de policía secreto– y su escolta Angel Casillas, acribillados ayer en Cancún a bordo de su camioneta oscura.
Cuando Mario Villanueva permanecía escondido, eludiendo la persecución carnicera de policías federales que tenían la consigna de capturarlo, quien fue su Procurador de Justicia, Miguel de Jesús Peyrefitte Cupido, fue encontrado sin vida en una solitaria vivienda en Cuautla, Morelos.
El cadáver del dos veces Procurador de Justicia en Quintana Roo –primero con Jesús Martínez Ross– fue descubierto el 29 de mayo de 1999, cuando Mario Villanueva tenía poco más de dos meses en el clandestinaje que duró más de 26 meses, hasta su curiosa captura en Alfredo V. Bonfil, tan cerca de Cancún.
Peyrefitte Cupido fue un Procurador de hierro, a la altura de los deseos de su jefe máximo que lo sostuvo en la silla pese a los persistentes reclamos de diputados de oposición, entre ellos la isleña Alicia Ricalde Magaña que lo enfrentó en un par de comparecencias, cuando se permitía el paso a los reporteros de la fuente.
Extraigo de la memoria la extraña muerte de Miguel de Jesús Peyrefitte Cupido porque su muerte nunca fue aclarada, aunque en su momento circularon persistentes versiones de que había sido secuestrado por elementos de la rabiosa policía federal al mando de Mariano Herrán Salvati, titular de la Fiscalía Especializada para la Investigación de Delitos Contra la Salud (FEADS).
En esos tiempos los agentes antidrogas cateaban a placer todo tipo de propiedades, y hasta se llevaron secuestrado a la ciudad de México al ex alcalde de Cancún y Secretario de Gobierno con Villanueva: el bonachón ingeniero Rafael Lara y Lara, pionero de ese polo turístico.
Por ello quedó la duda en torno a la muerte del Procurador de Mario Villanueva, quien tuvo un cierre de sexenio de pesadilla, a tal grado que tuvo que soltar el látigo nueve días antes de entregar el trono al también chetumaleño Joaquín Hendricks.