
Lo que no haga el chetumaleño por sí mismo para reconstruir su capital y mejorar su municipio quizá lo haga un mesías político del norte cuando le atine con su voto, pero la responsabilidad mayor es y será del capitalino que ha perdido identidad a zancadas, afectado por el crecimiento poblacional y el incremento de las clases humildes.
El chetumaleño tuvo la gubernatura como su posesión original y no asimiló las dimensiones de lo que disfrutó y dejó ir cuando el priista Joaquín Ernesto Hendricks Díaz heredó el trono a Félix González Canto, confiando en el vigor competitivo del cozumeleño para enfrentar en 2005 al temible cancunense Juan Ignacio García Zalvidea, ‘El Chacho’.
Hendricks le cerró el paso a su compadre chetumaleño Eduardo Ovando Martínez, quien como senador había fortalecido sus ‘redes amigas’. Esta decisión de Hendricks fue el punto de quiebre que dejó fuera de competencia a nuestra capital porque ya no se pudo reincorporar, aunque Eduardo Espinosa Abuxapqui y Cora Amalia Castilla Madrid hicieron su esfuerzo con todo en contra, ya que el norte conquistó el poder abriendo un reinado que pinta muy prolongado.
Félix le despejó el camino al joven cozumeleño Roberto Borge Angulo para heredarle la gubernatura y se salió con la suya en 2010. Seis años después Carlos Joaquín González –exalcalde priista de Solidaridad– conquistó la silla mayor como candidato externo del PAN y del PRD. Y ahora llega el turno de la cancunense Mara Lezama, de Morena.
El desplazamiento político del chetumaleño es producto de una pésima decisión de Joaquín Hendricks. El daño ya está hecho y ahora el capitalino tiene que explorar su circunstancia adversa para levantarse y reagruparse, impulsando a los políticos de casa para evitar que lo vuelvan a humillar con candidaturas invasoras como la de la cancunense Anahí González Hernández, diputada federal de Morena por el segundo distrito con cabecera en nuestra capital.
Andar de llorones es un espectáculo patético porque ahora critican con saña al gobernador Carlos Joaquín González los mismos que lo llevaron en hombros para depositarlo en la gubernatura, atizados por su justificado rencor contra Roberto Borge.
Carlos Joaquín los ha decepcionado porque los chetumaleños querían derecho de picaporte en Palacio de Gobierno y se irritaron al presenciar los primeros despidos de burócratas y la invasión de fuereños que ha sido negada por el gobernador.
También hay que pedir cuentas a los alcaldes capitalinos y a los diputados locales de los escasos distritos sureños, porque ellos tienen sus porciones de responsabilidad por decir “sí señor” a todo lo que ordene el gobernante del norte.