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Purga en la UQROO

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Con una actuación digna de la Santa Inquisición, la Rectora de la Universidad de Quintana Roo (UQROO), Elina Coral Castilla, orquestó la destitución de tres destacados catedráticos de la máxima casa de estudios acusándolos de un pecado risible que no justifica la furiosa condena.

Los doctores Luis Fernando Cabrera Castellanos, René Lozano Cortés y Maribel Lozano Cortés fueron cesados de manera fulminante por no presentar la cédula profesional correspondiente al grado de doctorado, aunque sí presentaron los títulos que acreditan sus estudios en el extranjero.

En realidad, el falso requerimiento y la acusación de que “mintieron” al ostentarse como doctores fue una estratagema diseñada en la propia Rectoría para deshacerse de los catedráticos que mantenían una ríspida relación con Elina Coral y que además tuvieron la osadía de respaldar el movimiento estudiantil que se generó desde el pasado 20 de noviembre.

Y es que Luis Cabrera Castellanos y René Lozano Cortés, gracias a su capacidad demostrada al ser los primeros investigadores de una universidad pública en ganar el primer lugar del Premio Nacional de Finanzas Públicas en 2010, gozaban de gran influencia y respeto dentro del cuerpo docente de la UQROO, con una autoridad moral que supera por mucho a la de la rectora.

Los catedráticos enviados a la lapidación por Elina Coral son parte importante del Colegio de Académicos de la UQROO, organismo que se ha manifestado a favor de la autonomía universitaria y que el pasado 3 de diciembre lanzó un comunicado en respaldo al movimiento estudiantil.

Incapaz de contener su enojo por la “rebeldía” de los que considera sus empleados, la rectora encontró en una falta menor el pretexto perfecto para deshacerse de ellos, sin pensar en las consecuencias inmediatas de su implacable acción.

En la UQROO predomina la irritación, y el ilegal juicio y condena al que fue sometida la tercia de catedráticos ha avivado el fuego, levantando ámpula entre los estudiantes y el personal docente que se podrían sumar al movimiento de inconformidad para ahora exigir la caída de la Rectora.

Saludable es la apertura en estos eventos, ya que nuestra Máxima Casa de Estudios no se puede desenvolver como una sociedad secreta donde estos golpes fulminantes se den a puerta cerrada, sacrificando académicos como en un matadero insalubre.

Y en estos episodios tan lamentables destaca el prolongado silencio del resto de los catedráticos, quienes en otros confines reaccionan con contundente sentido solidario, ya que al cerrar filas evitan que estos casos se repitan para tenerlos como damnificados.

La lección debe ser asimilada por la comunidad académica, antes de que los manotazos autoritarios sean la constante.

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