Columnistas

Vientos de cambio en frontera México-Belice

EN ÓRBITA
Por Marcelo Salinas

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Hace poco más de un mes fueron firmados tres acuerdos entre México y Belice: dos en el ámbito de la seguridad y uno relacionado con el turismo, los cuales se han fortalecido durante los últimos días con reuniones y programas más concretos. Ello debe considerarse de altísimo interés en el municipio Othón P. Blanco y, sobre todo, en Chetumal, la capital del Estado, estratégicamente ubicada en la frontera con ese país.

A México y Belice los unen 200 kilómetros, de los cuales 120 aproximadamente son de acceso relativamente fácil. Esa franja cuenta con dos cruces internacionales formales por los que pasan más de 500 mil personas cada año, así como un volumen anual de un millón 350 mil vehículos de carga y automóviles.

La relación económica y comercial registra un crecimiento sostenido: en la década 2003-2013 el comercio bilateral aumentó en 9.7 por ciento en promedio por año, pasando de 62 a 156 millones de dólares, lo cual representa un incremento total de 252 por ciento durante ese período.

En colaboraciones anteriores se ha publicado aquí acerca de los pasos ilegales y el comercio ilícito, lo cual también da cuenta de un flujo tremendo que podría legalizarse, en la medida de lo posible, para darle orden y seguridad.

Ante esa realidad no queda más que trabajar para sacarle provecho. Lo destacable es que entre las principales acciones se diseña un mecanismo de consultas políticas y multilaterales a través del cual ambos países fortalecen el diálogo permanente, así como la organización de un foro de reflexión regional sobre el proceso de integración centroamericano, precisamente para potenciar una zona todavía desprotegida, todavía descuidada.

La idea es que ambos países intensifiquen los esfuerzos para fomentar el comercio y la inversión en esta región, las cuales aún no corresponden al potencial que ofrecen países que comparten una frontera común, como sucede en el resto de Centroamérica, o en Sudamérica, donde los instrumentos de integración son más sólidos.

En todo ello los empresarios de la capital pueden aportar mucho más que ideas y capital.

De hecho, recientemente un grupo de empresarios chetumaleños y comerciantes beliceños se reunió en el marco de este renovado impulso para buscar estrategias que consoliden un programa de intercambio comercial prolongado. Reconocieron -como era lo esperado- que hace tres décadas México no atendía de manera directa al mercado que representa la parte norte de Centroamérica. Reconocer esa desatención era el primer paso.

En paralelo, cabe recordar que el programa Frontera Sur establece ya herramientas legales precisas que facilitan el intercambio comercial y permiten avanzar también en el mejoramiento de la infraestructura fronteriza, la cual debe consolidarse como un espacio sin el cual no será posible el progreso compartido.

Las autoridades y los hombres de negocio de la zona sur tienen una chance histórica en frente. Es momento de fortalecer los vínculos económicos con el vecino y aprovechar, estrujar las oportunidades de negocios derivadas de la complementariedad comercial en sectores e industrias como la construcción, las tecnologías de la información, la comunicación, la cultura, la educación y la agricultura, debido, este último renglón, a que se comprometen desde ya a cooperar en materia de agua y su saneamiento con un río caudaloso que sirve de pretexto.

Si bien son acuerdos macro entre los gobiernos de las naciones, las autoridades locales ya están involucradas al máximo; aunque deben hacerlo con visión de largo plazo, con propósitos compartidos, con proyectos que comprometan a los habitantes establecidos en dicha zona, con capital limpio que aporte a la causa del desarrollo y con política de nivel en un contexto marcado por los regionalismos y la globalización.

El fin último, no hay que olvidarlo, es consolidar en no muchos años una frontera próspera y segura.

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