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Novedades Chetumal
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Comienzo por lo que está a la vista de todos: gasolineras instaladas por montones en todo Chetumal, sin que autoridades de Protección Civil hayan tenido tiempo para reaccionar y fijar una postura. Lo peor es que todo mundo se lava las manos y asegura que la autorización la concedió el funcionario de la otra oficina, y que ellos estuvieron ante hechos consumados.
El problema se intensificó en el trienio del alcalde Andrés Ruiz Morcillo (2008-2011), quien en esos tiempos ignoró los reclamos de padres de familia y vecinos que intentaron impedir la instalación de gasolineras en zonas delicadas.
Uno de estos negocios fue instalado en la avenida Alvaro Obregón, entre Palacio Municipal y la gasolinera de la familia Handall. Unos cuantos pasos hay entre cada estación de servicio, y la administración de Morcillo fue tan insensible ante los reclamos de padres de familia con hijos en la primaria cercana.
Si un puñado de votos tuvo Morcillo en contra como candidato a la diputación federal, puede atribuirlo al resentimiento de chetumaleños que no olvidan detalles como el de las gasolineras impuestas en a unos pasos de viviendas.
En los dominios de la Casa de Gobierno hay dos gasolineras similares cuyos empleados pueden tranquilamente conversar en la quietud de la noche, en las cercanías del bulevar Bahía. Excesivo.
La instalación de otra gasolinera en el cruce de las avenidas Erick Paolo Martínez y Magisterio confirma la falta de planeación en la capital del estado, ya que no encaja un negocio de esas características porque hay una estación de servicio muy cercana.
Cada gasolinera puede ser instalada como una caballeriza en el ejido, sin que los funcionarios de los tres niveles de gobierno sean capaces de detectar el riesgo galopante de este tipo de negocios que es garantía de ganancia por lo que vemos, ya que el robo de gasolina al cliente puede aportar sumas considerables, acumuladas por el deshonesto gerente.
La falta de planeación es evidente, ya que se permite la proliferación de este tipo de negocios que se presenta como un hecho consumado ante desorientados vecinos cuya rutina es alterada de la noche a la mañana. Claro que no se vale.
